Lisandro Aristimuño En Uruguay

El destacado músico argentino se presentó junto a un cuarteto de cuerdas en el Teatro El Galpón de Montevideo, en un espectáculo donde dio a relucir las mejores composiciones de los cinco discos que ya lleva editados.

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Es la primera vez que veo a Lisandro Aristimuño en vivo, la primera posibilidad que tengo de experimentar su música en esta suerte de milagro cotidiano que es un concierto.

Es el artista que escucho y me maravilla desde hace años con su fusión de estilos siempre atinada. El músico de Viedma (Provincia de Río Negro) hoy se presenta junto a dos cellos y dos violines que acompañan los cantos aborígenes y las secuencias que enmarcan el sentir de su obra. Es exactamente el mismo formato con el que viene haciendo acopio de elogios en Argentina desde hace meses.

Es el que comienza con “Vi Tu Foto”, canción incluida en el puntal de su emancipación artística (“Las Crónicas Del Viento”, disco con el cual inauguró su discográfica propia en 2009), y a lo largo de dos horas nos muestra latitudes que obvian esas constantes que de otro modo pueden sumir a la música en estructuras harto encasillables.

Es el que destapa el miedo en una canción como “Ella”, que recuerda a Rilke cuando rezaba “todo ángel es terrible”, y luego entona “Me Hice Cargo De Tu Luz”, tema compuesto como auto–regalo de cumpleaños, y que ejemplifica cómo la orfandad misma puede convertirse en un reparador de sueños.

Es el que pondera lo más terrenal de la felicidad con “Azúcar del Estero” y “Demasiado”, composición en la que ya no suelen recalar sus presentaciones en vivo, pero que hoy integra el set al igual que “Sun” (de su disco debut, “Azules Turquesas”).

Es el que explica jocosamente que al margen de la referencia temporal, el título de “How Long” es una excusa para “joder a los yankees un ratito”, puesto que la canción realmente alude a un jaulón (!).

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Es el que encuentra el tiempo para homenajear a Gustavo Cerati y al folclorista Raúl Carnota con las canciones “Para Vestirte Hoy” y “Mi Memoria”, y un corazón que galopa.

Es el que canta como último bis “Canción De Amor”, con esa entonación alegremente triste, con esa letra que indaga en todo, pero finalmente no apela a nada más que la rebeldía de aferrarnos a la vida como una luz que sabrá mantenerse más allá de los crepúsculos que amenacen embargarnos.

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Este es el músico que veo en el escenario. Es el músico que ven las 800 personas que llenaron la sala principal de este teatro.

Por sobre todo, es la persona que medita “no sé si hay mejor o peor en la música” en una de sus primeras intervenciones de la noche. El que compila la labor de artistas independientes cada mes, y la hace pública en su propio sitio a través del proyecto “Música Sin Fines de Lucro”. El que ha manifestado que no quiere repetirse, y prefiere continuar como productor de otros artistas al menos por un tiempo.

Es una postura respetable. Bien sabe que ya ha sembrado varios cielos.

Pero seguro que cada vez que canta “es todo lo que tengo, y es todo lo que hay”, también sabe que aún puede pedirle a Dios un poco más.

Esta es la persona que veo hoy. Esta es el persona que vemos todos.

Y en una escena musical como la contemporánea, donde aún quedan tantas prosas por resolver, es la clase de artista que deberíamos poder ver siempre.

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Agradecimiento especial a la Sra. Sibyla Trabal y Achiken Producciones.

(Una versión editada de este artículo fue publicada en octubre de 2014 en ElDiario.com.uy)